Los directores generales, propietarios y personas que conforman la familia empresaria, son personas que ejercen varios roles en los diversos sistemas a los que pertenecen. Así pues, en el ámbito familiar ejercen roles de padres, madres, hermanos, etc. Y a la vez en la empresa, rol de director, de administrativo, etc.
Es aquí donde aparece el reto, tomar conciencia que su unicidad radica en el Ser. El rol y la persona son el mismo en esencia.
Lo que escribo hasta ahora parece una obviedad y de tan obvio que es, a veces se pasa por alto.
En algunas empresas familiares, las personas confunden los roles, y los directores generales o gerentes, acaban ejerciendo de “padres” de toda la organización, en un sentido de codependencia absoluta con los asalariados y estos pueden acabar asumiendo el rol de “hijos”.
La relación se convierta en un juego psicológico codependiente y que se retro-alimenta constantemente.
Se crea así el triángulo Dramático, teorizado por Stephen Karpman ( Psicólogo Analista Transaccional) en 1972. Donde hay una o varias personas que toman parte del juego desarrollando el rol de: perseguidoras, víctimas o salvadoras. Normalizando así esta situación que se acaba expandiendo a los otros sistemas a los que pertenecen las personas: la familia, los amigos, etc.
Para que el triángulo dramático funcione, un perseguidor, requiere de una víctima y de un salvador, papeles que se pueden intercambiar durante la partida, al final todos son víctimas del mismo juego.
En el proceso de comunicar nuestras decisiones a los demás, se pueden crear diálogos interiores similares a este:
“ ¿Como se lo digo yo?, a mi hijo/a, mi suegro/a, padre o madre, etc. ¿Quiero tomar una decisión como los afectará? ¿Que pasará después?”.
Para no afrontar el miedo a comunicar una decisión para querer quedar bien, o para evitar un escenario de conflicto. La persona puede comenzar el juego y desde la salvación, la persecución o el victimismo, para comunicarla.
No mostrar la vulnerabilidad hace que se creen unas conversaciones interiores que quedan pendientes, no resueltas, no afrontadas. Las consecuencias son devastadoras para la relación con un mismo y con los otros. Se instalan en el sufrimiento para obtener el beneficio de no afrontar el miedo.
¿Qué se puede hacer?
Transformar la relación codependiente en una relación sinérgica interdependiente.
El año 1990, Acey Choy, ( Psicólogo Analista Transaccional) teoriza y publica la transformación del triángulo dramático a triángulo ganador. De forma que los vértices: Perseguidor, Salvador y Víctima , se desarrollan desde una posición sana Asertivo, Empático y Vulnerable.
El Asertivo desarrolla la capacidad de enseñar, de formar. De negociar como parte de la resolución de problemas.
El Empático desarrolla la capacidad de intervenir desde la escucha activa, no asume responsabilidades si no se les pide y si ellos lo quieren hacer.
El Vulnerable desarrolla la capacidad de aprender, de resolver sus problemas y conflictos siendo consciente de si mismo.
Vivir en la felicidad como objetivo, enfocándose en el Ser es la opción que necesitan las personas que forman las estructuras de las organizaciones, mediante el trabajo personal, la meditación, el deporte y todo el que los conecta con su esencia.
Disfrutando del proceso diario, responsabilizándose de lo que hacen con lo que sienten. Dando su mejor versión, utilizando la energía del amor a un mismo y los demás con el fin de dar y recibir en la misma vibración.
Todas las decisiones tienen un coste, la clave es dónde ponemos el foco de nuestro pensamiento, así determinamos mantenernos en el drama o en el amor. En el sufrimiento o en la felicidad. Puesto que somos los únicos responsables de nuestro bienestar.
Por el hecho de existir somos. Ser la mejor versión de nosotros es la palanca para manifestarnos a través de lo que somos, un ser, único e irrepetible.